Tengo en mi poder una copia deteriorada del escrito efectuado por mi tío DANIEL POTES LOZANO titulado Panorama Histórico de Tuluá, elaborado por encargo por la junta directiva del Hospital San Antonio de Tuluá, en 1.939, establecimiento de iniciativa privada y de caridad, establecimiento que desapareció de y dio paso al Hospital departamental Tomas Uribe.
Daniel Potes Lozano Abogado de la Universidad del Cauca, diputado en varios periodos, secretario privado de los gobernadores Pedro A. Molina y Manuel A. carvajal, periodista, escritor y asesor jurídico Compañía de Electricidad de Tuluá y mienbro en varios periodos de la junta directiva de la misma compañía de electricidad.
por la dificultad de publicar es escaneo de esta obra solo por ahora transcribo las primera paginas del documento, donde esta la introducción y un acercamiento a la fundación de Tuluá.
INTRODUCCIÓN
Debemos al obligante cuanto honroso encargo de la junta
Directiva del Hospital San Antonio de Tuluá, escribir una reseña histórica de
una de las obras que roban por atavismo nuestra simpatía; de una institución
amada por Tuluá; amiga de todos; puesta bajo la egida de humildes y abnegadas
hijas del Pobrecillo de Asís, las religiosas Terciarias Capuchinas de la
Sagrada Familia quienes, en su misión de caridad, no saben distinguir clases ni
dolencias y que, como sublime Padre, llaman con el mismo acento suave, hermana
al agua, como hermano al lobo, hermano al rico, como el desheredado, teniendo
siempre presente la sabía máxima del gran apóstol de la caridad, San Vicente de
Paúl, de que “todo pobre es miembro de la familia del rico”.
Debimos declinar el honor que se nos hacía: nuestras
aptitudes, nuestros escasos conocimientos en una ciencia como la Historia, nos
inclinaban a ello; pero un imperativo superior nos decidió, nos dio valor para
acometer la empresa. Nombres queridos los unos, venerados todos, como los de
Julia Restrepo de Cifuentes, Ester Lozano de Potes, Aurea Girón, Paulina de
Zuluaga, Tomás Uribe Uribe, Pastor Alvarado, José Antonio González y otros,
entre muertos y sobrevivientes, todos benefactores del Hospital, han hecho que
emprendamos la tarea, pues ellos sabrán ayudarnos benévolamente a salir
airosos, haciendo que sus sombras bienhechoras traigan la indulgencia sobre
nosotros, que hemos puesto en esto sino una buena dosis de voluntad y de
cariño.
PANORAMA
HISTÓRICO DE TULUÁ
TULUA. Al
iniciar estos apuntes sobre la historia del Hospital nos hemos preguntado, ¿por
donde la principiaremos? ¿Nos limitaremos a señalar como punto de partida el
año 1.897 en el cual un grupo de damas y caballeros llevaron de la concepción a
la realidad la idea de la fundación de un hospital en Tuluá? ¿Deberemos
trasegar un poco por las desconocidas sendas de la historia de nuestra ciudad
que se enorgullece de contar con esta institución de beneficencia, para sacar
la consecuencia de que dado el espíritu tulueño, sus habitantes no podían ser
extraños ni indiferentes a su fundación?
Esta última razón nos impelió, no sólo a escribir una
reseña sobre el Hospital, sino a publicar algunos documentos y a pergeñar
algunas líneas sobre Tuluá.
Guiados por ese fanal que nos legara Guillermo E.
Martínez Núñez, que se llama “Monografía de Tuluá”, es de suma importancia
hablar algo del Tuluá que se asomó, va para tres siglos, en este valle del
Cauca, merced al ojo avizor de ese aventurero, de ese hombre de múltiples
empresas, de ese caballero andante que hoy moraba en las nevadas faldas del
galeras y mañana en las gélidas de Barragán, que vino a morir casi en la
indigencia en la ciudad de los Remedios (Antioquia) después de haber perdido
todos sus bienes de fortuna y fracasado en todas sus empresas, menos en una, en
la de fijar, al establecer sus estancias, el sitio donde se asienta nuestra
ciudad, DON JUAN DE LEMOS y AGUIRRE, a quien puede aplicársele lo que dice
Alonso de Ercilla en el segundo canto de “La Araucana”, de que
Muchos
hay en el mundo que han llegado
a la engañosa alteza de la vida,
que fortuna los ha siempre
empujado
y dándoles la mano de subida;
para
después de haberles levantado
derribarlos
con misera caída,
cuando
es mayor el golpe y sentimiento
y
menor el pensar que hay mudamiento.
Los españoles de mostraron en las fundaciones de los
pueblos hechas durante la Conquista poseer un refinado espíritu urbanista.
Cuidaban de buscar emplazamientos salubres, próximos a cursos de aguas,
prefiriendo las extensiones llanas y en las que hubiera facilidades para el aprovisionamiento
de sus moradores. La determinación de un lugar exigía averiguaciones previas y
se sometían estas a sujetos que tuvieran acreditada pericia. Seguían en una palabra, lo que Carlos V ordenó
en la ley 1a., ordenanza 2a. de 1.525, sobre poblaciones. Se ordenaba en ella
que al hacer nuevas ciudades se observaran entre otras, las siguientes
prescripciones:
“Procure, tener agua cerca y que se pueda conducir al
pueblo y heredades derivándola si fuere posible, para mejor aprovecharse de
ella, y los materiales necesarios para sus edificios, tierras de labor; cultura
y pasto con que se excusarán el mucho trabajo y costas que se paguen a la
distancia. No elijan sitios para poblar en lugares muy altos por la molestia de
los vientos y dificultades del servicio y acarreo, ni en lugares muy bajos,
porque pueden ser enfermos; fúndense en los medianamente levantados que gocen
descubiertos los vientos del Norte y del Mediodía y si hubieren de tener
sierras o cuestas sean por la parte del Levante o poniente; y si no pudieren excusar estos lugares, funden
en parte que no estén sujetos a nieblas, haciendo observación de lo que más
convenga a la salud y accidentes que puedan ofrecer; y en caso de edificar en
la ribera de algún rio, dispongan la población de modo que saliendo el sol dé
primero en el pueblo que en el agua”.
Dada la situación topográfica de Tuluá, el plan urbano, y
el cumplido de todas las prescripciones del emperador y rey Carlos V, hacen
presumir que su fundación se hizo por personas entendidas; falta saber quién la
hizo y en que año.
Tanto el año de fundación como el fundador de Tuluá, son
puntos históricos bastante discutidos. Guillermo E. Martínez en su “Monografía”
afirma que los terrenos en donde se levanta Tuluá, pertenecían en el año 1.572
a los conquistadores Hernán Muñoz y Esteban Sánchez Loranza, quienes en ese año
vendieron al capitán Diego Fernández de Barbosa, dos estancias o fundos entre
los ríos Tuluá y Morales.
Anterior a la escritura a que hace mención el señor
Martínez Núñez, existe una escritura de venta de fecha 22 de agosto de 1.562,
en la notaría de Buga por la cual Rodrigo Díaz de Fuenmayor y su esposa Isabel,
venden al capitán Diego Fernández de Barbosa las estancias que heredaron en el
llano de Tuluá del capitán Alonso de Fuenmayor por cuarenta pesos de buen oro
de veinte quilates.
En la Notaría de Cali, existe la escritura de siete de
mayo de 1.667, consistente en una carta de venta por medio de la cual Vasco
Alfonso y Juan García Amaro, se obligan a pagar al Rey veinticinco pesos de
veinte quilates por composición de una estancia de ganado barcino plantada en
el rio Tuluá desde este rio hasta la quebrada Rica o Morales y desde los
cerrillos primeros del llano para arriba hasta arcabuco alto y lomas que
Francisca Hernández viuda de Diego Fernández Barbosa hizo como donación a su
hija Ana, la esposa del otorgante Vasco Alfonso, el ocho de junio de 1.620, la
cual Diego Fernández Barbosa compró a Hernán Arias y Micaela Garzón, su madre,
en veinte de mayo de 1.625.
Posterior a este documento, es la escritura de que ya
hemos hecho mención, siguiendo “La Monografía de Tuluá”, y en el cual aparece
que don Hernán Muñoz y don Esteban Sánchez Loranza vendieron al capitán don
Diego Fernández de Barbosa “dos estancias de pan coger” entre los ríos Tuluá y
Morales, que “juntas a la merced de sobras que en el año 1.585 le hizo D.
Sancho García del Espinar, gobernador de estas provincias y a la compra
celebrada con los señores Rodrigo Díaz de Fuenmayor e Isabel Díaz de Fuenmayor,
esposos entre sí, el 22 agosto de 1.562, le constituyeron dueño absoluto de
todo este terreno encajado entre los dos citados ríos de Tuluá y Morales desde
la Sierra alta de los Pijaos al río Grande del Cauca.”
En el archivo Central del Cauca, revisamos bastantes
documentos para poder aclarar la fecha y el fundador de Tuluá, sin que nos
fuera posible hallar alguno que hiciera relación.
El Dr. Tulio E. Tascón, en su obra “La Conquista de Buga”,
publicada en 1.924, sigue a este respecto a Martínez y estampa en relación con
el concepto de aquel lo siguiente: “Consta en escrituras públicas que el capitán
Juan de Lemos y Aguirre en 1.639 tenía ya unas casas en el sitio de Tuluá, las
cuales sirvieron de base a la población que allí se formó. De modo que tuvo
razón el señor Martínez para considerar al capitán Lemos como fundador de
Tuluá, y solo erró en cuanto a la época en que supuso hecha la fundación”.
DANIEL POTES LOZANO
Escrito entre noviembre de 1.938 y diciembre de 1.938 impreso el 31 de diciembre de 1.938 en la tipografía Minerva de Tuluá.
Se encuentra en la Biblioteca Universidad Eafit
https://1drv.ms/b/s!As_3-5It4wjlun6gKbiYBGHFYUG6?e=0ov1MU